Todo el mundo padece algún tipo de fobia, un miedo irracional a algo en concreto, en ocasiones, con una explicación, un motivo (lo que no significa una justificación real de la causa), pero, en otras, la raíz de este temor es desconocido hasta para el que lo padece.
Hubo un periodo en mi vida (breve, afortunadamente) en el que tuve uno de estos miedos, y surgió sin más. Esta fobia iba enfocada a las ratas, algo bastante común en varios individuos de nuestra sociedad, y que suele ser resultado de lo que se llaman “miedos heredados”, algo impuesto desde que somos pequeños por los adultos al señalizar un elemento como peligroso, que debe mantenerse lo más alejado posible de nosotros. En mi caso, ocurrió durante una noche de verano, una experiencia con la que inicio mi nuevo ensayo, y que hoy mismo aparece en librerías, centrado en estas criaturas: “Ratas: Secretos y misterios de las reinas subterráneas”, editado por Ediciones Luciérnaga. Lo que allí sucedió, siendo un niño, me dejó sin dormir durante días, pero, poco a poco, fui dándome cuenta de que no tenía motivo para temer a las ratas, porque, en realidad, no me había ocurrido nada traumatizante con ellas, excepto lo que mi mente infantil había decidido trazar para tejer esa red pegajosa en la que se convierte el miedo y que te atrapa, con mayor o menor fuerza, pero muy decidido a no dejarte escapar.
He tenido encuentros cercanos posteriores con este tipo de roedores, incluso hasta el punto de que uno quisiera trepar por mi pierna, pero al no existir ya restos de fobia en mí, no le di importancia.
Todo esto, entre otras anécdotas que también aparecen en la obra, me llevó a escribir este libro: el enorme desconocimiento que existe hacia las ratas, qué nos lleva realmente a temerlas, por qué pueden llegar a causar una extraña e inexplicable fascinación en nosotros, la mitología, la superstición y el mito que las envuelve, por qué son elementos perfectos para crear ficciones de terror (a las que no he dudado en unirme con varias historias a lo largo de años de escritura), o por qué pueden ser incluso de gran ayuda y tomar un rol totalmente opuesto al que se le da, entre muchos otros temas.
El asunto es que puede que nos libremos de una fobia, como me sucedió a mí, pero siempre habrá otra, o varias, aguardando para abalanzarse sobre nosotros cuando menos lo esperemos. A veces, estas cambian por el simple hecho de que nuestras preocupaciones también cambian; en otras, esa falta de lógica será la que se encargará de seleccionarla, con los ojos cerrados, al azar. ¿Cuál es la tuya?