«Nos pasamos el uno de enero recorriendo nuestras vidas, habitación por habitación, elaborando una lista de cosas por hacer, de grietas por arreglar. Tal vez este año, para equilibrar la lista, deberíamos recorrer las habitaciones de nuestras vidas… no en busca de defectos, sino de potencial»
Ellen Goodman
Autor: ivanmourin
¡Feliz Navidad!
Ya tenemos aquí la Navidad, así que… ¡FELICES FIESTAS!
Si no has leído «Snuff»…
… es posible que, gracias a esta nueva reseña, sientas la tentación de hacerlo (espero que sí 😄). ANIKA, de Anika entre libros, ha hecho un breve (y muy atinado) análisis de lo que aguarda en las páginas de esta novela, donde, como bien indica, no se centra en la violencia, sino en «la desesperación de los que la sufren, a veces la víctima, y en otras las víctimas colaterales». ¡Muchas gracias, Anika! 😄
Una noticia para finalizar el año
En este 2022, he hecho varios cambios en mi vida a nivel profesional que, sin duda, repercutirán en mi futuro, pero creo que no de un modo negativo. Soy una persona muy reservada y no me gusta anunciar nada hasta que llega el momento de hacerlo, es decir, cuando la fecha está muy cerca, pero sí puedo avanzar que se acercan cosas interesantes para el próximo año. Lo que sí me gustaría anunciar, porque YA ESTÁ AQUÍ, es la nueva edición de «Espiritismo digital», que acaba de ser publicada para Colombia gracias a Editorial Planeta. Ya que tenemos la Navidad a la vuelta de la esquina, ¿no sería un buen regalo? De antemano, amigos de Colombia, gracias por acoger «Espiritismo digital« en vuestros hogares 😄
Krampus: El demonio llega en Navidad
Noche de Navidad. Tras una copiosa cena y largas conversaciones, cada vez más lentas, regadas con alcohol, la familia duerme plácidamente. En mitad de la madrugada, uno de los niños de la casa se despierta. Ha escuchado un fuerte golpe en el tejado, y lo que parecen pasos sobre éste que no consigue amortiguar la nieve. Entre la emoción y la curiosidad, decide levantarse de la cama y bajar hasta el salón. Mientras se va acercando a éste, escucha cómo algo se ha deslizado por la chimenea, emitiendo un sonido de cadenas y campanas que le ha puesto la carne de gallina, y sabe bien el porqué. Sus temores quedan confirmados al ver proyectada en el suelo, desde lo alto de la escalera, una gran sombra con largos cuernos de carnero.
La pesadilla de los niños malos
El Krampus ha pasado a convertirse en el demonio oficial de la Navidad, llamado también Krampusknown o el Diablo Cornudo, una bestia corpulenta cubierta por completo de pelaje oscuro, con grandes cuernos de carnero y pezuñas por pies (en algunas versiones, uno de éstos es en realidad una zarpa. Precisamente, el nombre proviene del alemán antiguo Krampen, que significa garra), y una lengua roja muy larga que no duda en lucir con orgullo. Gruesas cadenas oxidadas, campanas y cascabeles cuelgan de su cuerpo, mientras que, en la espalda, porta un gran cesto de mimbre con ramas de abedul con el que azotar a los niños que se han portado mal a lo largo del año, siempre y cuando no decida comérselos, llevárselos al inframundo con él, en donde reside, o acercarse hasta un río helado para ahogarlos lentamente. En otras descripciones, al Krampus se le dota de un aspecto más humanizado, conservando rasgos animales, como el vello, o se le da el de un hombre harapiento, con un saco a la espalda para secuestrar a los críos.
Con tal personaje, no es extraño que innumerables chiquillos europeos, a lo largo de siglos de tradición, traten de portarse bien de cara a las fiestas navideñas, pues la amenaza va más allá de quedarse sin regalos o de recibir un generoso trozo de carbón. La visión de ese monstruo apareciendo en el dormitorio es suficiente para robarles un estremecimiento, sin necesidad de añadir el duro castigo que acarrea.
Típico de zonas como Austria, el norte de Italia, Alemania, Suiza o Francia, la leyenda narra que San Nicolás (el popular Santa Claus o Papá Noel), ante la alta tasa de niños malos, invocó a un poderoso demonio para que impartiera castigos sobre éstos. Desde entonces, ambos viajan juntos y, mientras el primero agasaja con regalos y dulces, el segundo es la pesadilla de los pequeños más traviesos.
Los orígenes de la bestia
Manteniéndonos en la condición del Krampus como hombre-bestia, habría que remitirse a los primeros textos en donde se menciona a criaturas de rasgos similares.
En la obra sumeria “Epopeya de Gilgamesh”, fechada entre los años dos mil quinientos y dos mil antes de Cristo, se habla de Enkidu, un hombre con pezuñas y cuernos, creado por la diosa Aruru a partir de un pedazo de arcilla.
“Hirsuto de pelo es todo su cuerpo. Posee cabello de cabeza como una mujer. Los rizos de su pelo brotan como Nisabal. No conoce gentes ni tierra: vestido va como Sumuqan. Con las gacelas pasta en las hierbas, con las bestias salvajes se apretuja en las aguadas, con las criaturas pululantes su corazón se deleita en el agua”.
Pero su personalidad es benévola, entablando amistad con el protagonista, a pesar de haber sido enviado para acabar con éste.
Casi dos milenios más tarde, en el Libro de Daniel del Antiguo Testamento, aparece otra criatura como consecuencia a un castigo divino. Por culpa de su orgullo, el rey Nabucodonosor de Babilonia es convertido por Dios en una bestia:
“…fue echado de entre los hombres, comía hierba como el ganado y su cuerpo se empapó con el rocío del cielo hasta que sus cabellos crecieron como las plumas de las águilas, y sus uñas, como las de las aves.”
Dentro de la mitología griega también son frecuentes los faunos, con el dios Pan como máximo exponente, cuyas piernas son las de un carnero, como los cuernos, e incluso algunos rasgos faciales, con conductas ligadas a las fiestas, el sexo y el alcohol.
En 1250, aparece un texto noruego, el «Konungs Skuggsjá» (“Espejo del rey”), con funciones educativas para el rey Magnus Lagabøte, y en el que se detalla al hombre-bestia de la manera siguiente:
“Ocurrió una vez en ese país (y esto parece verdaderamente extraño) que una criatura viva fue capturada en el bosque. Ni uno pudo decir definitivamente si se trataba de un hombre o de algún otro animal, porque nadie podía sacarle una palabra o asegurarse de que entendía el lenguaje humano. Tenía forma humana, sin embargo, en cada detalle, tanto en la cara y en las manos y en los pies, todo el cuerpo estaba cubierto de pelo, tal como en los animales, y en la espalda tenía una larga melena gruesa como la de un caballo, que caía a ambos lados y se arrastraba por el suelo cuando la criatura se agachaba para caminar.”
Una descripción así recuerda a los casos de hombres salvajes, como el caso de Víctor de Aveyron, quien fue hallado en los bosques de Caune en 1799; el de Lyokha, un niño ruso descubierto en 2007 junto a una manada de lobos; o el del niño-lobo de Añora, Marcos Rodríguez Pantoja, quien vivió, durante doce años, con lobos de la Sierra Morena a mediados del siglo pasado. Aunque también podría estar más relacionado con la hipertricosis, o síndrome del hombre lobo, una enfermedad que se caracteriza por el nacimiento excesivo de vello por todo el cuerpo, incluyendo el rostro, excepto en las plantas de los pies y de las manos, siendo sólo unas decenas de casos los documentados de personas que la hayan padecido.
Con la llegada de la Santa Inquisición, este tipo de personajes pasaron a ser directamente demonios, castigando severamente a los autores de obras que no los mostrasen como tales, contando con su beneplácito, así como a todos aquellos que practicasen ritos en donde aparecieran.
El hijo de Hela
Pero la auténtica cuna del Krampus parece formarse en las tradiciones paganas nórdicas y germanas que lograron mantenerse tras la cristianización de estos pueblos, modificando a éste para adaptarlo a las nuevas costumbres.
Es en la festividad del Júl (conocido también como Yuletide y Yule) donde puede tener sus primeras representaciones. Ésta, como parte del solsticio de invierno, y cuya duración era de trece días, era una fiesta de veneración familiar, entre los que se incluían aquellos parientes que habían fallecido, con copiosos banquetes ante las tumbas de éstos. La “Rueda Anual”, en esas fechas, se encontraba en los días más oscuros, y se preparaba para recibir a la luz. Y era en esta penumbra en donde se ocultaban los seres ancestrales malvados, listos para arrastrar todo mal para preparar el inicio del nuevo año, hasta el próximo solsticio.
De esta oscuridad es de donde proviene el Diablo Cornudo. Viejas narraciones que lo atan con estos orígenes del norte de Europa narran un lazo familiar, como hijo, con la diosa Hela, cuyo aspecto era el de una mujer en la mitad superior de su cuerpo, y el de un cadáver putrefacto en la inferior. Hija de la hechicera Angrboda, una gigante, y del dios Loki, se encargaba del Helheim, el inframundo o mundo de los muertos, situado bajo las raíces del Yggdrasil, el árbol de la vida, en donde se encuentran los nueve mundos de la mitología nórdica. Una de las costumbres del demonio, la de ahogar a los niños en el agua, podría tener conexión con la red de ríos que circulan por este infierno, otro modo de transporte de las almas a las que tortura. Lo mismo sucede con el uso de cadenas, típicas para apresar a los muertos eternamente, que serían herramientas de tortura heredadas de su madre (en el siglo XVII, la atribución de las cadenas fue otra: la iglesia católica las adjudicó como un modo de contener y someter al demonio, dando así el control absoluto a San Nicolás).
Más de estos símbolos paganos, y que se conservaron tras la cristianización de los pueblos germanos, son las varas de abedul. Además de su significado fálico, este tipo de ramas eran utilizadas como útiles de flagelación en los ritos de iniciación en los aquelarres de brujas.
Continuando con las costumbres germánicas, hay un cierto parecido entre el monstruo y la diosa Perchta, en quien puede estar inspirado en realidad. La primera comparación surge en la anatomía de los pies: si el demonio/hombre-bestia tiene una pezuña y una garra, la diosa posee un pie de mujer y otro desmesurado y amplio, llamado “pie de cisne”. A diferencia de San Nicolás (se especula que su origen navideño también puede venir de la mitología nórdica, más concretamente del dios Odín) y el Krampus, que representan la personalidad bondadosa uno y la malvada el otro, ella sola conserva ambas. Ante los niños buenos, muestra la imagen de una mujer hermosa y los premia con bienes de todo tipo; con los malos, se transforma en una horrible bruja que los atrapa para destriparlos y llenar los cuerpos de paja e inmundicia. Físicamente, el aspecto del demonio sería similar al de los perchten, seguidores de esta diosa.
Odín, ¿el Papá Noel original?
Odín el Errante, dios de la mitología nórdica, era uno de los miembros que lideraban el Åsgårdsreia (la Gran Cacería Salvaje), donde otros dioses y espectros surcaban los cielos en sus monturas, en una brutal persecución acompañada por tormentas. En los descansos de los días de solsticio invernal, aquellos niños que daban alimento a Sleipnir, el caballo de ocho patas del dios, eran premiados por este último, mientras los que ignoraban la presencia del animal eran severamente castigados.
De ahí la creencia de que la versión navideña de San Nicolás sea una derivación de Odín, así como la adquisición de la costumbre de dejar alimento para los animales que transportan al santo, como sucede también con los camellos de los Reyes Magos.
Otros ayudantes siniestros
Pero, al igual que hay una innegable semejanza entre Perchta y Krampus, hay otras criaturas navideñas diseñadas para dar miedo en diversas regiones de Europa.
En Islandia rondan los jólasveinar, trece trolls (uno por cada día de solsticio) diferentes entre sí, que han pasado a convertirse en los famosos elfos que ayudan en la preparación de regalos de Papá Noel, aunque antes de esto eran criaturas traviesas y bastante maliciosas. También de este país es el Jólakötturinn, un gato feroz capaz de comerse a aquellos que no cuidan o no renuevan sus prendas. Y, por último, la más peligrosa de todos: la ogresa Grýla, ama del Jólakötturin y madre de los Jólasveinar. Asociada con la Navidad desde el siglo XVII, era célebre por comerse a los niños malos, además de ser una entidad a la que se le otorga el don de la mala suerte, hasta el punto de que muchos la llegaron a culpar, en 2010, de ser la responsable de la erupción del volcán Eyjafjallajökull.
En el caso de los Países Bajos, el camarada de San Nicolás no es de aspecto grotesco ni es cruel con los niños, pero la polémica está tras este personaje. Zwarte Piet (Pedro el Negro), que es como se llama, era, en sus orígenes, un esclavo de color. Al considerarse, con los años, un acto racista y humillante, se cambió por un deshollinador para así justificar la negrura de su rostro.
Pero si nos referimos a macabros, Francia tiene a los individuos más siniestros, en especial por basarse en personajes reales, aunque se les ha añadido un componente fantástico para que encajaran dentro de las celebraciones. Uno de éstos es Père Fouettard, un carnicero que mató a tres críos, los descuartizó, los picó y preparó la carne para ser cocinada. Aquí es cuando entra en juego San Nicolás, resucitando a los niños y sometiendo a Père, quien lo sigue desde entonces para repartir castigos. De la zona de Lorena y Alsacia surge otro caníbal, Hans Trapp, un burgués practicante de satanismo y excomulgado por la iglesia católica. Tras esto, fue exiliado al bosque, donde secuestraba a los niños que merodeaban por los alrededores para comérselos. Cuando iba a devorar a uno, un rayo lo fulminó, supuesto castigo de Dios. En las procesiones, pasea con ropajes harapientos, larga barba oscura y cadenas.
Un par de representaciones del hombre del saco, introducidas en una festividad familiar.
La popularidad del monstruo
Con la desaparición de la Santa Inquisición, el Krampus recuperó poder, superior a cuando fue introducido en las tradiciones navideñas cristianas en el siglo XI y XII, no sólo en las procesiones, sino en la literatura. Una muestra es su aparición momentánea, en 1835, en la obra “Deutsche Mythologie”, de Jacob Grimm.
El diablo fue tomado como un elemento importante en la Navidad, a la altura de San Nicolás, y así se mostró en los desfiles que se llevaban a cabo como si se tratasen de fiestas de Halloween, con personas disfrazas de Krampus (o de la personificación tomada en cada ciudad o país) y caramelos para los pequeños.
Los ciudadanos se felicitaban las fiestas con krampuskarten, postales navideñas en donde se ilustraba al Krampus, pero aun así no lograban ocultar parte de ese temor atávico hacia las fuerzas ancestrales de la oscuridad. En los hogares se utilizaban (y aún se hace), para ahuyentar a los malos espíritus, abetos decorados, y coronas de pino o acebo en las puertas, quedando como único punto desprotegido la chimenea. Como opción a esto, se dejaba una pequeña vianda para satisfacer al visitante nocturno. En Estiria, Austria, la superstición iba más allá y se conservaban las varas de abedul dejadas por el Krampus el año anterior, pintadas de oro, como recordatorio para los niños.
Con la inmigración de holandeses y alemanes en el siglo XIX a los Estados Unidos, la figura de San Nicolás se transformó y suavizó, convirtiéndolo en el popular Santa Claus. Se mantuvo la barba blanca, y los ropajes de obispo se cambiaron por los que todos conocemos, conservándose únicamente fieles a los colores rojo y blanco. El Krampus pasó a llamarse Belsnickel (o Pelznickel), establecido en Indiana y Pennsylvania, siendo, en este caso, un hombre andrajoso que advierte a los más pequeños para que se porten bien, dándoles caramelos.
La llegada de la Segunda Guerra Mundial, y los partidos fascistas de Alemania, Austria e Italia, volvieron a prohibir esta práctica.
Krampuskarten
A principios del siglo XIX, en Austria y Alemania se adquirió la costumbre de regalar postales navideñas cuyo protagonista era el Krampus, encargado de felicitar las fiestas firmando éstas con un “Gruß vom Krampus” (Saludos del Krampus). Existían de varios tipos: humorísticas, en donde el diablo podía aparecer bailando, gastando bromas, o compartiendo vehículo junto a San Nicolás; picantes, con mujeres en enaguas, subidas en escobas (¿tal vez brujas?), o secuestradas, en posturas insinuantes; y las directamente amenazantes, con el Krampus empujando a niños llorosos al interior del cesto de mimbre, arrastrándolos por el pelo, o cocinándolos mientras mostraba la lengua larga hasta el ombligo. Los padres más “graciosos” hacían fotomontajes de sus hijos junto a la criatura.
Los fascistas contra el Krampus
Además de la Santa Inquisición en la Edad Media, el Krampus sufrió el ataque de un nuevo enemigo: el fascismo. En 1934, el Vaterländische Front (Frente Patriótico) austríaco, dirigido por el canciller Engelbert Dollfuss, así como el Partido Social Cristiano, vedaron la celebración del Krampus por considerarlo un elemento de malignidad socialista. Esta represión continuó durante la Segunda Guerra Mundial y los años cincuenta, en donde se repartían octavillas entre la población para perpetuar la prohición.
Krampusnacht
Desde finales del siglo pasado, la festividad del Krampus ha vuelto a renacer, celebrándose la víspera de San Nicolás, el cinco de diciembre. En esta fiesta, la Krampusnacht (Noche del Krampus), en municipios como Tarvisio, en Italia, o en Salzburgo, Austria, se hacen pasacalles donde cientos de jóvenes se disfrazan de demonios peludos, chasqueando cadenas y agitando campanas para asustar a los niños, mientras a los adultos se les sirve cerveza y aguardiente.
En los hogares, las familias con niños invitan a actores disfrazados de San Nicolás para que les entreguen los regalos, y de Krampus para que los amedrente, mientras padres, abuelos y tíos graban y fotografían la escena.
Hablando sobre Enfield
En el último «Basado en hechos reales», en el programa de misterio «Informe Enigma«, de JORGE RÍOS, hablamos sobre la verdad que hubo detrás del caso del poltergeist de Enfield, y que sirvió para crear la película «Expediente Warren 2: El caso Enfield«, la serie televisiva «The Enfield haunting» y el programa de la BBC «Ghostwatch«. Aquí os dejo el programa (a partir del minuto 48).
El diablo vuelve a las andadas (2ª parte)
El cinco de marzo de 2009, el diablo volvió a presentarse en Devon, más en concreto en Woolsery, al norte del condado. Allí, Jill Wade, de setenta y seis años, se despertó y se quedó sin palabras al encontrar una serie de huellas de pezuñas en el patio trasero de su casa, en el que había nevado durante la noche. Eran de unos doce centímetros de largo, con una zancada de entre veintisiete y cuarenta y tres centímetros entre sí. Estas se iniciaban desde una de las ventanas, e iba hacia el interior del patio, desapareciendo a partir de ahí.
Al lugar acudió el investigador Graham Inglis, del Centro de Zoología Fortean, quien encontró una semejanza con las que surgieron en 1855. Su conclusión fue: «Es la primera vez que veo estas huellas directamente. Son peculiares, pero no son del demonio. No creo que haya estado en Woolsey. Personalmente, creo que pertenecen a un conejo o liebre, pero ha comenzado una pelea académica al respecto».
Otras pisadas del diablo en el mundo
Quince años antes de lo ocurrido en Devon, el capitán Sir James Ross se encontraba de expedición por el Océano Índico para catalogar la vida animal y vegetal de la isla Grande Terre. Durante el trayecto, hicieron una parada en otra isla, llamada Kerguelén, o, comúnmente, Îles de la Dessolation, un paraje pedregoso y con líquenes y musgo como única vegetación. Los animales presentes eran pájaros, insectos, focas y pingüinos marinos, que accedían y abandonaban el lugar a su antojo, mientras otros, como gatos, ovejas y conejos salvajes, habían llegado bien por naufragio o porque habían sido abandonados por los dueños de barcos que se acercaban hasta allí. El teniente Bird, con un destacamento a su orden, se adentró en la isla para hacer un rápido estudio. Allí, entre la nieve, encontró una hilera de huellas de cascos, desapareciendo en una zona rocosa, pero era imposible que un caballo, poni o burro sobreviviera en aquellas condiciones. Se marcharon sin una explicación.
A finales de siglo XVIII, las llamadas Ciampate del Diavolo recorrieron la superficie del volcán Roccamonfina, en Italia. Son una serie de huellas fosilizadas que hoy en día aún se conservan sobre el terreno. Los lugareños las atribuyeron al diablo, que habría abandonado el infierno por la boca del volcán. Según investigaciones, tendrían una antigüedad superior a los trescientos cincuenta mil años, y pertenecerían a un homínido, convirtiéndose en una de las huellas humanas más antiguas conservadas.
En North Manchester Meeting House, en Maine, Estados Unidos, hay una roca presente desde 1793, que preserva dos huellas: un pie humano y una pezuña. La leyenda cuenta que un trabajador del lugar, al no lograr mover ésta, pactó con el diablo para que lo hiciera por él. Al día siguiente, la roca se había desplazado unos metros, y mostraba estas dos huellas.
El diez de enero de 1945, cerca de Everberg, Bélgica, nuevas huellas de pezuñas bípedas sembraron la nieve de una colina, detrás del Château de Morveau. La diferencia de éstas, a las vistas con anterioridad, es que eran paralelas entre sí, como si el que las hubiese provocado lo hubiera hecho saltando. Recorrían varios kilómetros, por parajes complicados de transitar, y no eran profundas, ni en los lugares en donde un cuerpo normal se hubiera hundido en la nieve. Eric Frank Russell, encargado de investigarlas, las comparó con las dejadas en 1855 en Inglaterra.
Un encontronazo en la noche
En noviembre de 2007, una pareja conducía por una senda rural en Soreham-by-Sea, en West Sussex. Eran las diez de la noche cuando, en un tramo boscoso, se percataron de que, entre la maleza, se ocultaba lo que parecía un animal. Al principio, pensaron que se trataba de un ciervo, hasta que salió a la luz de los faros una criatura de aspecto humano, terriblemente delgada, con barba y patas de carnero, que se plantó ante el vehículo. Antes de desparecer de nuevo en el bosque, lanzó al vehículo un bramido que aterró a la pareja. ¿Sería un ser como este, similar a un fauno, el que paseó por el norte de Inglaterra unas noches, en el febrero de 1855?
#NaNoWriMo
Ya estamos en noviembre, y con este se inicia el NaNoWriMo, el National Novel Writing Month (Mes Nacional de Escribir Novelas). Si no lo conoces ya, seguro que te preguntarás qué es. Es un movimiento surgido en 1999 en el que se invita a escritores a que se animen a escribir un primer borrador completo de su novela durante el mes de noviembre, con un mínimo de cincuenta mil palabras.
En los últimos años, lo he intentado en tres ocasiones, pero, al poco de empezar, me surgía otro trabajo y debía interrumpirlo (cosa de la que no me quejo, por supuesto 😄). Este año, me he decidido a volver a intentarlo, ahora que he finalizado un libro que saldrá en librerías el próximo año. Y ¿cómo lo voy a hacer? ¿He preparado algo previamente? En el siguiente vídeo de TikTok, te lo cuento todo.
Especial Halloween: Bunnyman
Año 1904. El Asilo Mental para Criminales de Clifton, en el condado de Fairfax, Virginia, cierra las puertas por la mala reputación que ha ganado y por las múltiples quejas de los ciudadanos, que no quieren vivir con el temor de que algún preso escape y pueda causarles daño.
Los presos tienen que ser trasladados a otros centros cercanos, pero el transporte que los lleva sufre un extraño accidente. Al acudir las autoridades, descubren que el conductor ha fallecido, al igual que la mayoría de los presos, pero al comprobar la lista, descubren que diez de ellos han debido de escapar tras el incidente. Después de una batida en la que participan todos los agentes de Clifton, junto a algunos voluntarios, detienen a ocho reos, quedando sólo dos sin encontrar: Douglas J. Grifon y Marcus A. Wallster, siendo el primero un peligroso asesino, responsable de haber matado a su propia familia.
Pasan los días sin dar con ellos, sin embargo, los habitantes reportan algo extraño y tétrico: se encuentran varios conejos despellejados, colgados en los árboles del bosque, algunos parcialmente comidos. Ante todas las denuncias que llegan, las autoridades deciden volver a buscar, hallando el cadáver de Wallster bajo el paso elevado de Colchester.
Por un error del propio Grifon, la noche del treinta y uno de octubre, éste es localizado y perseguido. Tratando de escapar, cruza las vías del ferrocarril, muy cerca de donde se produjo el accidente de autobús, y es atropellado por la locomotora, aunque parece que una serie de risas inunda el lugar cuando el tren sigue su trayecto.
Desde entonces, se dice que, durante los días previos a Halloween, y en éste también, un hombre vestido de conejo y armado con un hacha acecha por la zona, además de que se encuentran conejos despellejados colgados de los árboles.
Una aparición
Desde muy pequeño, me encanta Halloween. Aunque a nuestro país ha tardado en llegar, y lo que celebraba en sí era la Castanyada, siempre lo he ligado con el terror, tal vez directamente gracias a la película de John Carpenter “La noche de Halloween”. Por estas fechas, iba al videoclub de delante de casa, alquilaba unos VHS y me hinchaba a palomitas de sartén, castañas y gominolas. Pero, de más adulto, empezaron a llegarme algunas historias de terror, contadas entre amigos, que me atraían tanto como las películas, tal vez por ese deseo que jamás oculté de ser escritor. Una de éstas fue la leyenda de un asesino en serie que actuaba en la misma época del año que Michael Myers, Bunnyman, el “Hombre Conejo”, y que extendía su ola de crímenes hasta un siglo más tarde. ¿Un copycat o el fantasma de Douglas J. Grifon?
El historiador y archivista de la Biblioteca pública de Fairfax, Brian A. Conley, ha indagado en los posibles orígenes de esta historia y en ciertos hechos acaecidos en la década de los 70 y 80. Al parecer, se decía que este criminal podía estar detrás de varias desapariciones infantiles en el condado en las últimas décadas, incluyendo el asesinato de dos de estos niños, colgados de un puente… Sólo algo para alimentar la leyenda, donde antes de la década de los 80 pocas veces se comentaba que se hubiera producido crimen alguno. No es hasta ese momento que se llegan a mencionar hasta más de una treintena de crímenes, y donde se incluyen elementos de carácter paranormal para convertir el relato en algo aún más aterrador.
La investigación de Conley lo llevó a descubrir que, el veintinueve de octubre de 1970, seis agentes de policía se personaron ante el aviso de que alguien vestido de conejo, armado con un hacha, merodeaba por el 5307 de Guinea Road, en Fairfax, aunque no encontraron a nadie. A pesar de haber la declaración de un testigo que tuvo contacto directo con Bunnyman, junto con la denuncia de varios niños que lo habían visto, y al que describían como un adolescente, no se arrestó a nadie.
¿Una noticia falsa?
Días antes del anterior suceso, el dieciocho de octubre, el diario Washington Post publica un artículo sobre el incidente que vive una pareja en su coche, Robert Bennet y su prometida, en el 5400 de Guinea Road, a la medianoche. Se supone que, en algún momento de intimidad entre ellos, aparece un vehículo conducido por una persona vestida con un traje de conejo blanco, que los amenaza por estar en una propiedad privada y, directamente, lanza un hacha desde el interior por la ventana, sin causar víctimas.
No hay informes policiales al respecto, cosa que sí ocurre con el incidente del veintinueve de octubre, publicado también por el mismo periódico, aunque sólo esté basado en una serie de testimonios y no en pruebas físicas. ¿Histeria colectiva?
La leyenda continúa
Durante la investigación de Conley, éste no encontró en ningún listado ni informe los nombres de los criminales fugados en la historia original, Wallster y Grifon, además de desmontar otros detalles de la leyenda urbana, restándole toda credibilidad. Aun así, Bunnyman continúa haciendo apariciones periódicas hasta nuestros días, y ciertos hechos fatídicos reales no dejan de hacer que el imaginario colectivo se encargue de relacionarlos con el mito. Por ejemplo, en el año 2018, el cadáver de un residente de la zona, el señor Cooker, se halló en el 6500 de Colchester Road, a menos de un kilómetro del puente que forma parte de la leyenda, y no se pudo evitar hacer mención, por parte de uno de los policías que llevaron el caso, el hecho de que sucediera en un lugar tan vinculado a Bunnyman.
Una ubicación real
Lo que le da más veracidad a una historia (incluso a una claramente de ficción) es ubicarla en un lugar real, y aunque jamás existió un Asilo Mental para Criminales en Clifton, y no se abrió la prisión de Lorton hasta doce años más tarde de la fecha en la que se sitúa la historia, el lugar donde aparecería el cadáver de Marcus A. Wallster sí es el real, aunque tampoco coincide con la fecha del relato, pues se construyó en 1906. Este lugar, cercano a la estación ferroviaria de Sangster, el Colchester Overpass, es conocido popularmente como el “Bunnyman Bridge”, el puente del Hombre Conejo.
Debido a la fama del paso inferior, los amantes del misterio y lo paranormal han hecho de éste un punto importante de investigación, teniendo especial afluencia la noche de Halloween, lo que lleva a la policía local a aumentar la vigilancia en estas fechas.
Espero que, si no conocías la leyenda de Bunnyman, te haya atraído tanto como a mí. ¡Que disfrutes de esta Noche de Difuntos! ¡Feliz Halloween!
Las huellas del diablo
“Parece que la noche del jueves pasado, hubo una fuerte nevada en el vecindario de Exeter y el sur de Devon. A la mañana siguiente, los habitantes de las ciudades mencionadas se sorprendieron al descubrir las huellas de algún extraño y misterioso animal dotado con el poder de ubicuidad, ya que las huellas se podían ver en todo tipo de lugares inexplicables: en la parte superior de las casas y las paredes estrechas, en los jardines y patios, encerrados por altos muros y pavimentos, así como en campos abiertos”.
El nueve de febrero de 1855, este titular de prensa llamó la atención entre muchos los vecinos de los condados de Devon y Dorset, al sur de Inglaterra. Esa misma noche, tras una fuerte nevada, se produjeron una serie de huellas en la nieve, de cascos o pezuñas de animal, nada fuera de lo común, si no hubiese sido porque parecían provocadas por un bípedo y no por un cuadrúpedo, y porque aparecían en los lugares más insospechados, desde paredes altas y tejados de viviendas, la superficie de lagos y ríos helados, hasta accediendo y saliendo a pequeñas tuberías de desagüe, algo imposible para lo que había dejado dichas pisadas. Lo más aterrador, según algunos testigos, era que mientras, en ocasiones, el rumbo de aquel ser era errático, en otras se dirigía directamente a la entrada de las casas, como si quisiera acceder a éstas, y desaparecían para continuar en el tejado o al otro lado del edificio.
¿Obra del diablo?
Directamente, muchos de los habitantes de los dos condados atribuyeron las huellas a un ser sobrenatural, ya que era impensable que, en especial con aquel temporal, un animal pudiese haber recorrido un trayecto de entre sesenta y ciento sesenta kilómetros, dejando su marca en treinta lugares diferentes, y por zonas de difícil trayecto. De ahí que se dijera que, para horror de todos, el diablo había merodeado por sus tierras, a saber con qué motivo, y prolongó su paso durante una o dos noches más. En ciertas versiones, para intensificar la presencia demoníaca, se contaba que las huellas se presentaban como si hubiesen sido hechas por una herradura candente, que había chamuscado el terreno.
Se llegó a decir que, por el estilo de la pisada, podía pertenecer a Buer, un demonio mencionado en el grimorio “Ars Goetia”, considerado presidente de la segunda orden de los infiernos. Éste, además de poseer cabeza de león, tendría alrededor de su cuerpo una rueda compuesta por cinco patas de cabra.
Relatando lo ocurrido
Una carta de un anónimo, que utilizó el seudónimo “Espectador”, fue enviada al diario “Exeter & Plymouth Gazette”, días más tarde del incidente, para divulgar lo ocurrido:
“Señor:
El jueves por la noche, el ocho de febrero, estuvo marcado por una fuerte caída de nieve, seguida por la lluvia y el fuerte viento del este, y por la mañana helada. El regreso de la luz del día reveló las divagaciones de un animal más ocupado y misterioso, dotado del poder de la ubicuidad, ya que sus huellas podían verse en todo tipo de lugares inexplicables: en las casas, muros estrechos, en jardines y patios rodeados de muros altos, y empalizadas, así como en los campos abiertos. La criatura parece haber retozado a través de Exmouth, Littleham, Lympstone, Woodbury, Topsham, Starcross, Teignmouth… Apenas hay un jardín en Lympstone donde sus huellas no sean observables, y en esta parroquia parece haber brincado una actividad inexpresable (…).
Su pista se parece más a la de un bípedo que a un cuadrúpedo, y los pasos son generalmente de ocho pulgadas (20,32 centímetros) por adelantado el uno del otro, aunque en algunos casos, doce o catorce (30,48, y 35,56), y se alternan como los pasos de un hombre, y se incluirían entre dos líneas paralelas, a seis pulgadas (15,24) de distancia. La impresión del pie se asemeja mucho a la del casco de un burro, y desde una pulgada y media (3,81 centímetros) hasta dos pulgadas y media (6,35 centímetros) de ancho, aquí y allá aparece como si el pie estuviera hendido, pero en la generalidad de sus pasos, la impresión de la pezuña era perfecta y continua. En el centro, la nieve permanece entera, mostrando simplemente la costra externa del pie, que, por lo tanto, debe haber sido convexa (…).
Todos se preguntan, pero nadie es capaz de explicar el misterio; los pobres están llenos de superstición, y consideran que es poco menos que una visita del viejo Satanás o de algunos de sus diablillos”.
Teorías antidemonios
Tantos fueron los testigos de las huellas que la historia fue perdiendo credibilidad, ya que se encontró que algunas de éstas fueron creadas por algunos de ellos, con diversas finalidades, como asustar a ciertos vecinos indeseados, como opinó Mike Dash en un artículo, publicado en 1994, para “Fortean Studies”, titulado “The Devil´s Hoofmarks: source material in Great Devon Mystery of 1855”, y quien se decantó porque muchas de estas huellas podían haber sido dejadas por burros o caballos, y otras por ratones de madera, los cuales se desplazan dando saltos, y la huella que dejan las patas traseras, en arco, serían similares a las de herradura. Pero ni son tan grandes como para dejar huellas de ese tamaño, ni sobrevirían a un trayecto tan largo nevado, y mucho menos podrían acceder a tejados y paredes con tanta facilidad.
El novelista británico Geoffrey Edward West Household teorizaría sobre un globo experimental, una especie de prototipo meteorológico, que despegaría por error desde la base naval Devon Dockyard, pero que se mantuvo en secreto, dado los destrozos en viviendas e invernaderos al pasar por estos. Los grilletes en los extremos de las amarras, al tocar con la nieve, habrían dejado estas huellas, hasta que descendió en Honiton. Esta historia se la relató el mayor Carter, nieto de un trabajador de la base en aquella época. Lo incomprensible es que no se hubiese quedado atrapado en algún lugar, si las cuerdas iban colgando.
Tejones y canguros
Otra hipótesis fue publicada en “The Illustrated London News”, en julio de 1855, una carta del naturalista Sir Richard Owen, en donde exponía que el responsable (o responsables) podía ser un tejón, único plantígrado cuadrúpedo presente en la isla:
“El antepié y la pata trasera, comúnmente más o menos mezclados, pueden producir la apariencia de una línea de pasos individuales”.
Esta sería la explicación con la que estas huellas pareciesen hechas por un bípedo. Ante la duda de si el animal no estaría en proceso de hibernación, aclaró lo siguiente:
“El tejón duerme mucho en su refugio de invierno. Pero no hiberna de forma tan regular y completa como lo hace el oso en el clima más severo de Canadá (…). El tejón es nocturno, y sale ocasionalmente al final del invierno, cuando es presionado por el frío y el hambre; es un merodeador furtivo, y el más activo y perdurable en su búsqueda de comida”.
No fue la única carta con teorías animales enviada a “The Illustrated London News”. El reverendo GM Musgrave, de Withycombe Raleigh, mandó una en la que menciona a dos canguros que escaparon del recinto de un zoológico privado:
“En el transcurso de unos pocos días se hizo circular el informe de que un par de canguros escaparon de un zoológico privado (el del señor Fische, creo), en Sidmouth”.
Una historia que acabaría desmintiendo él mismo, con otra carta enviada al mismo diario, el tres de marzo de 1855:
“Encontré una oportunidad muy adecuada para mencionar a los canguros, en alusión al informe y luego al actual. Ciertamente, no puse mi fe en esa versión del misterio, pero el estado de la mente pública de los aldeanos, temiendo salir después de la puesta de sol, bajo la convicción de que esta era la obra del Diablo, hizo muy deseable que un giro debiera ser dado a una noción tan degradada y viciada. Y estaba agradecido de que un canguro sirviera para dispersar ideas tan despectivas”.